Para mí fue escenario de un espanto distinto: una noche vi un fantasma. Estaba acostado, listo para dormir. Por una ventana se filtraba la luz del corredor, suficiente para distinguir los objetos de la habitación. Recuerdo haber pensado en el trabajo que me esperaba al día siguiente, cuando algo me hizo mirar hacia el baño. Allí estaba: era una mujer de cabello negro y un vestido de color blanco que se desvanecía antes de llegar al piso. En vez de rostro tenía un gran agujero negro, y, sin embargo, puedo jurar que me miraba.
Años antes había visto sombras extrañas y ruidos imposibles, incluso he escuchado –con testigos– que una voz mortuoria pronunciaba mi nombre en una azotea desolada, pero ninguna de esas experiencias, me ha causado el espanto de esa noche. Quise pedir ayuda al fotógrafo, que dormía en la habitación contigua, pero mi voz no salía y no podía ni moverme. Luché por unos minutos contra ese agarrotamiento. Cuando me liberé, la mujer fantasma se había ido.
Uno puede contar estas historias, pero nunca falta un aguafiestas que me desmienta diciendo que lo soñé. Con los años tuve la misma pregunta: ¿qué prueba pude tener de lo que vi? ¿Acaso una fotografía? Pues el célebre estudioso de lo paranormal Roberto Tocquet, catedrático de la Escuela de Antropología de París, decía que los fantasmas sí podían ser fotografiados.
Tras una serie de observaciones a supuestos médiums que decían fotografiar espíritus a voluntad, el investigador detectó una serie de trucos, cada cual más ingenioso. “En las mismas (cortinas) es fácil pintar siluetas con soluciones de sulfato de quinina, de eosina, de fluoresceína o con cocimientos de cáscaras de castaña de Indias, de corteza de fresno, etcétera. Invisibles a simple vista, las siluetas aparecerán en la placa si se toma el cliché a partir de la luz producida por un cartucho de magnesio”.
Y sin embargo, Tocquet afirma que ciertos experimentos no tienen explicación razonable. En especial se refiere a las materializaciones realizadas en 1920- 1921 por el célebre médium polaco Franek Kluski en las sesiones del Instituto Metapsíquico Internacional de Francia. Kluski podía hacer aparecer sorprendentes imágenes de luz. Según el relato de uno de los estudiosos presentes, “cuando terminaba la materialización, podía verse manos o rostros perfectamente formados. Estos eran de tamaño natural y solían aparecer detrás del médium o a su lado; se situaban a mayor altura que la cabeza de Franek y que los experimentadores sentados. Parecían ser rostros visibles de seres humanos que estuvieran de pie pero cuyos cuerpos fueran invisibles.
Varias veces, sin embargo, los experimentadores pudieron ver materializados el busto y los miembros superiores de aquellos fantasmas”. El doctor Geley, quien dirigía las sesiones, tomó muestras de esas presencias. “Empleó, para obtenerlos, un procedimiento relativamente simple (…) En las cercanías del médium se colocaba un barreño lleno de agua muy caliente en la que sobrenadaba una capa de parafina.
Mis referencias son menos científicas, por ahora. Algunas pueden ser discutibles, como la que recibí en Salem, el pueblo de las brujas, donde hace dos años conocí a un cazafantasmas llamado Daniel Tremblay. Tengo un video suyo con testimonios y la explicación de varios casos que electrizarían a cualquiera. En su archivo vi fotografías de espíritus de niños y adultos al borde de lápidas de cementerios, en casas viejas, en esquinas desoladas del pueblo, que dicho sea de paso tiene rincones bastante tétricos. Sin embargo, siempre desconfío de quien comercia con estos temas. Hasta donde puedo adelantar, él asegura que basta una simple cámara casera.